LA TRAVESIA DEL HOMBRE BARCO, Francisco José Sevilla
LA TRAVESIA DEL HOMBRE BARCO
Autor: Francisco José Sevilla
Ed.: Amargord Editorial
Páginas: 105
Medidas: 20 X 15 cm.
Idioma: Español
ISBN: 978-84-87302-12-1
Año: 2005
PVP: 9 €
La travesía del hombre barco. José Francisco Sevilla. Amargord Ediciones. Madrid, enero 2005.
Quizá porque la bio-bibliografía de las solapas forman a veces también parte de la literatura, el autor ha decido prescindir de ella en esta publicación. Bien vale, de todos modos, decir que desde hace unos años, Paco Sevilla viene desempeñándose como promotor cultural de diversos sitios de Madrid. Poeta cultor de la amistad y de la tesis de que la vida hay que vivirla con intensidad (cosa que logra con énfasis diariamente), nos ofrece en este su primer poemario una poesía volcánica, alimentada de genuinas lavas que pujan por salir a la intemperie para hendir el aire que respiran los mortales e iluminar sus vidas con las vetas de las explosiones, con los estigmas del dolor llevados a planos epifánicos no siempre logrados por poetas de su generación. Muchos de los poemas aquí reunidos siguen el impulso vital de los sueños, estallan desde el inconsciente y llegan al lector como esquirlas de sensaciones y sentidos que van reconstruyendo la realidad partir de los fragmentos. En ese viaje, en esa travesía de hombre hecho barco -para navegar, para afrontar las tormentas y en variadas y complejas ocasiones naufragar, perderse en las rutas, trastocar el orden de las bitácoras-, el poeta da su testimonio de animal rumiante que por exceso debe escupir luego lo rumiado. Irreverente consigo mismo y con su propia poesía (Sobre los poetas: “...a nadie importaría que se suicidaran por adjetivos calificativos/a nadie influyen sus gustos y disgustos verbomaníacos y ombligueros...”), Paco Sevilla, apela a las vanguardias para desarrollar su discurso en algunas ocasiones de anti-poesía como proponía Nicanor Parra, y en otras cercano a Girondo o a los franceses que lo precedieron. No elude el culturalismo que en ningún caso se convierte en una mera y vanidosa alusión a sus lecturas, sino que enriquece la visión del mundo al otorgarle una lectura renovada, tal es el caso de la presencia de Derek Walcott o Wallace Stevens.
Ningún lector que se precie de ello será el mismo después de la lectura de este poemario, o al menos abandonará la travesía con un alto grado de inquietud.
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